martes, 12 de marzo de 2013

Políticos de sangre azul

Antes que nada, me gustaría pedir perdón por lo que pueda escribir a continuación. Sí, me gustaría pedir perdón, ya que parece ser algo que se ha puesto muy de moda entre la clase política española…y al fin y al cabo, como pedir perdón parece que lo soluciona todo, enmienda los errores cometidos, no crea obligaciones y no genera mayores responsabilidades ni tiene más recorrido pues…vaya por delante. Y es que, como en casi todo, los políticos españoles llegan con retraso a los hábitos democráticos. Llegan con retraso y encima llegan mal.

Hace ya bastante tiempo que muchos estábamos hartos de ver cómo aquí nadie parecía responsabilizarse de sus actos, pero como las cosas nos iban bien tampoco íbamos a hacer leña del árbol caído, mirábamos a otro lado y a otra cosa, mariposa. Era tal la falta de calidad democrática en la moralidad de nuestros políticos que llegábamos a aceptar unas simples disculpas. No pedíamos que se devolviera lo “extraviado”, ni siquiera la dimisión del cargo público que se ocupaba. Llegamos a conformarnos con oírles reconocer que se habían equivocado. Pero esas disculpas nunca llegaban.

Luego las cosas empezaron a ponerse feas, tiempo de “vacas flacas” nos decían. Los escándalos de corrupción empezaron a aparecer por toda la geografía española (no es que antes no existieran, sino que no se les daba la relevancia social que ahora tienen, un pellizquito por allí y otro por allá no importaban siempre y cuando yo tuviera mi sanidad, mi educación y, sobretodo, mi trabajo) y la ciudadanía pareció despertar lentamente de su letargo de la España “que iba bien”. Primero las elecciones británicas (el partido laborista perdió), y luego las elecciones portuguesas y griegas (PS y PASOK perdieron el gobierno igualmente) fueron marcando el camino, y ya se sabe que cuando veas las barbas de tu vecino pelar…

Sin embargo, seguimos adelante: Elecciones Municipales de Mayo 2011, batacazo espectacular de los regidores allá donde gobernaban, muy especialmente del PSOE. En este momento, todos empezamos a ver que las cosas parecían cambiar para no volver a ser como antes. La evolución se confirmó con las generales de Noviembre del mismo año. Con una España azul a todos los niveles, los casos de corrupción empezaron a salir a la luz en todas partes, la confianza en los políticos estaba hundida desde inicios de la crisis y estos escándalos no ayudaban en absoluto. La primera vez que recuerdo oír disculpas en un escándalo sonado no vino por parte de un político, sino del Rey: “Lo siento mucho. Me he equivocado y no volverá a ocurrir”. Qué majo, qué campechano dijimos; no se nos pasó por la mente en ningún momento la abdicación (lo equivalente a la dimisión para los cargos democráticamente elegidos).

A partir de ese momento, las peticiones de disculpas empezaron a llegar de todos los lados y se empezó a convertir en común oír cosas como “Hemos cometido errores, los reconocemos” (¿Cuáles errores?), “Siento lo sucedido” (¿Porqué no te responsabilizas de tus actos entonces?), “No deberíamos haberlo hecho” (Pero lo hicisteis, haberlo pensado antes), los sentidos y reconocer que se habían equivocado, empezaron a convertirse ciertamente en habituales. Pero para entonces la gente ya no se conformaba con oír unas disculpas. Los ciudadanos empezaban a poner el listón no en la palabra, sino en los hechos: ya no vale con la disculpa, ya solo vale asumir responsabilidades.

Lo que los políticos españoles no parecen acabar de darse cuenta es que la gente no sólo juzga si sus comportamientos son legales o ilegales, sino si son morales o inmorales. Puede que tus actos no estén penados por la Ley, pero sí por lo que todos entendemos moralmente como bueno o malo. Y en ese caso, lo justo es que si tus actos no representan moralmente a la sociedad, no puedas representar públicamente a la misma. Pedir perdón se ha convertido en una costumbre, que además no va acompañada de la asunción de responsabilidades. Pedir perdón ha perdido el valor que antes tenía, ya que ahora no son más que vagas palabras fáciles de llevárselas el viento. Y es que, como bien dice un compañero de partido, los “políticos de sangre azul” (Por aquello de que, como nuestro monarca, piden perdón pero ni abdican ni dimiten) están de moda en España.

Publicado originalmente en el periódico digital A pie de Calle.

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